La de las manos bonitas (El Norte De Castilla30-III-2018)

La de las manos bonitas (El Norte De Castilla30-III-2018)

Aniceto Marinas se inspiró en las manos de Valentina, hija del poeta José Rodao, para esculpir las de la Soledad al pie de la Cruz

«Un día inopinadamente, entró en el estudio mi esposa, que dicho sea de paso, tenía gran penetración para discernir sobre cosas de arte, y aprovechando la oportunidad hube de preguntarle: ¿Cuál de estos dos bocetos te agrada más? Y sin vacilar me contestó: Este, porque me parece más expresivo; la Virgen está inclinada en la cruz, desfallecida de dolor. No necesité más. Acto seguido comencé un nuevo estudio que sirvió para hacer dicha imagen, que hoy, por fortuna, se venera con gran devoción en la parroquia de San Millán». El testimonio es del propio Aniceto Marinas (1866-1953) y hace referencia a la Soledad al pie de la Cruz, talla que porta la cofradía del barrio de San Millán en las procesiones del Jueves y del Viernes Santo. El escultor donó la imagen a la parroquia que lo vio nacer, y desde 1930 es objeto de veneración de cientos de devotos, además de indiscutible joya de la imaginería nacional. Pero, ¿cuál es la intrahistoria de esta Virgen que destaca por su rostro dolorido y sus hermosas manos?

En una carta dirigida a Alberto Camba en marzo de 1927, el escultor reconoce que tiene contraído desde hace tiempo el compromiso de hacer una imagen polícroma de la Soledad al pie de la Cruz para donarla a la iglesia de San Millán, «en la cual fuimos bautizados mis hermanos y yo», y propone que sea esta imagen la que sirva para crear una cofradía popular, tal y como le había pedido esos días, en la prensa local, el propio Camba en nombre de un nutrido grupo de segovianos. Este cruce de cartas, una pública y otra privada, está en el origen de la Soledad al Pie de la Cruz y, por lo tanto, de la Cofradía de San Millán, que se fundó días después de que Marinas entregara la imagen, el 16 de abril de 1930.

La parroquia la recibió con verdadera emoción. Cuando la Virgen llegó al templo, todos quedaron boquiabiertos. Marinas había tallado una verdadera obra de arte. «Al pie de la solitaria cruz, y apoyando en su tronco el cuerpo erguido, se ve la figura de la Virgen María. Un manto negro de luengos pliegues; una túnica de severo azul aprisiona el cuerpo, que se deja adivinar esbelto y de una perfección femenina de dulzura suprema; por sus bocamangas asoma el blanco lino primitivo y sencillo; la Divina Señora calza sandalias que dejan sus pies desnudos, pies de cándida pureza. Ni sedas, ni brocados, ni joyas contradicen el dolor: como María se mostró en el Calvario. Manos casi atenazadas y finas; cara que la pena inclina a un lado, en dulce curvatura, para lanzar la fúlgida mirada hacia el cielo; boca que abre el suspiro sobrehumano de la mujer, que se siente Corredentora del mundo; frente espaciosa, que suavemente acusa el surco del sufrimiento, como huella que dejará la profecía de la espada que había de atravesar su corazón, y una lágrima, una sola, que basta para hablar de la presencia del llanto hasta en las emociones divinas», escribió Vicente Gay.

La primera salida en procesión fue el 17 de abril de 1930, Jueves Santo

Las manos. ¿En quién se inspiró el escultor de San Millán para tallar esas manos tan hermosas que tiene la Virgen? Al parecer, Marinas pidió a Valentina Rodao Maeso que le dejara trasladar a la imagen sus propias manos. A Valentina, «la de las manos bonitas», como afirma Mariano Gómez de Caso. Valentina era hija del poeta y periodista José Rodao, íntimo amigo de escultor, y María de la Cruz Maeso. Nació el 28 de enero de 1906 y la bautizaron días después, el 19 de febrero, en la iglesia de San Andrés, parroquia donde en ese momento vivían los Rodao. Aniceto Marinas y su esposa, Valentina Merchán, la sacaron de pila, de ahí el nombre de Valentina. Había, pues, unos vínculos de amistad entre ambas familias que movieron al artista a tomar las manos de Valentina como modelo, aunque el poeta Rodao, fallecido el 24 de enero de 1927, nunca llegó a conocer esta imagen de la Virgen. Valentina murió en 1999, casi centenaria. Algunos de sus hijos viven en Madrid. Valentina Valverde confiesa haber visitado junto a su madre la iglesia de San Millán, donde se venera la imagen. «Era verdaderamente emocionante para ella», dice.

Suscripción popular

Toda obra de arte tiene una historia detrás. La Soledad de Marinas permitió la constitución de la Cofradía de la Soledad al Pie de la Cruz, el 16 de abril de 1930. Una suscripción popular entre los feligreses de la parroquia y otros segovianos permitió cubrir los gastos ocasionados por el traslado, la recepción y la preparación de la imagen para su primera salida en procesión. Fue el 17 de abril de 1930, Jueves Santo. Aquel día, la Soledad al pie de la Cruz, acompañada por toda la feligresía de San Millán, partía hacia la Catedral para participar en la Procesión de los Pasos. Detrás de la imagen caminaba la esposa del escultor, y en la presidencia, junto a todos los miembros de la junta directiva recién constituida, el propio Marinas. La imagen iba sobre un chasis, admirablemente acondicionado y alumbrado con potentes focos eléctricos que realzaban el rostro de la Virgen y las manos. Las manos de Valentina.